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Las familias que crecen en la calle

Por: Chady Moutana

En la esquina de Córdoba y Uruguay, seis personas se refugian contra las paredes de una casa en alquiler. No tienen colchones, duermen sobre cartones. 

Son las 6 de la mañana en la plaza del General Lavalle. Matías (19) abre los ojos y se prepara para un nuevo día de supervivencia en la calle. Después de darle un beso a su mujer Anto (17), a su hijo Santi (8 meses), su hermana Zoe de 3 años ,a su abuela Emilia  y a su tía Catalina, se dispone a tomar el carro que le guarda un porteros amigo suyo. Al carro no lo tiene con él porque se lo pueden robar mientras duerme. , Matías sale a buscar plata de cualquier forma para alimentar a su familia. Anto, su mujer, se queda con la familia en la plaza para intentar conseguir comida y algo de dinero para pañales. 

 

Ella no pertenecía al mundo de la calle.  Al contrario de Matías que lleva ya 8 años sin techo con su abuela Emilia. Matias y Anto se conocieron por Facebook cuando ella vivía con sus padres, pero ni la oscuridad ni el frío de la calle, consiguieron apagar la llama que calienta sus 2 corazones. Anto dejó su casa, su familia y su vida entera para vivir con Matías y criar juntos a Santi su hijo de 8 meses en la calle.

 

La vida de Matías no ha sido fácil. Yo no tengo papás, ella me crió”, exclama señalando a Emilia, su abuela de 78 años. Efectivamente, la abuela crió a Matías en la calle desde que tenía 11 años y, desde hace poco, a su hermana Zoe, que agrandó la familia por culpa de la inestabilidad física y mental de su madre biológica.

Gracias a Dios, siempre hay gente buena que comparte algo con nosotros”. Matías.

Por numerosas razones, Matías y su familia ya no confían en el gobierno ni en las autoridades. Pese a su expediente limpio y su juventud, Matías no encuentra trabajo. Eso lo frustra mucho: no quiere imaginarse a su hijo creciendo en la calle como lo hizo él. Pero pese a estas dificultades, se niega a aceptar la ayuda “del 108”, como llama a BAP, la atención social inmediata del Gobierno que además cuenta con una línea telefónica activa 24 horas. “Son re traicioneros, solo quieren sacarnos al bebé”, reveló Matías. Su desconfianza hacia este organismo se debe a los múltiples inconvenientes que le ve a sus métodos de ayuda. Por ejemplo, se niega a ir a los paradores porque “te separan de tu familia”. Matías se refiere a que los paradores son para poblaciones distintas, hay para hombres solos, mujeres solas o con sus hijos y personas con discapacitados. De los 30 paradores y hogares disponibles, solo uno es para familias: el Centro de Inclusión Social Costanera Sur. Matías y su familia nunca se acercaron a este centro de la Boca. También explica que en los paradores “te llenás de piojos y pulgas”. Además, dice que son lugares inseguros, donde los robos y la violencia son comunes. 

 

Al final, en lo único que se pueden respaldar Matías y su familia, es en la bondad y la amabilidad de las personas: “Gracias a Dios, siempre hay gente buena que comparte algo con nosotros”.

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